Hoy, sábado, a la Concha le ha dado por despertarme a las 8.30 porque, según me decía, el perro tenía que salir.
Levantándome con toda la pachorra y parsimonia he decidido que así al menos aprovecharía el día, así que... decididamente me he dirigido a la calle, sacado al perro y, en cuanto he metido la llave de nuevo en la puerta, ahí estaba la Concha, vestida y con el bolso al hombro.
"Hijo, vámonos al super que luego te interrumpo el trabajo y tienes muchas cosas que hacer hoy". Esta clase de afirmaciones organizativas de vida me repatean bastante el hígado, pero.... qué remedio, con la legaña aún pegada, nos hemos dirigido al coche y de ahí al super.
Total, aparco el coche, y veo que las luces del super están apagadas, miro el reloj... ¡¡¡LAS 9.15!!! Pero si abren a las 9.30.
"Hijo, en el reloj de la cocina eran las 9.30 cuando hemos salido de casa. Vamos a comprar el pan mientras abren".
Hemos comprado el pan, y al salir, a las 9.18 he decidido meterme en el coche a escuchar un poco la radio, que me quedaban 12 largos minutos hasta que abriesen el super.
De repente, han empezado uno tras otro, a arremolinarse alrededor de la puerta hasta 20 personas, he contado ¿Tendrán una cita? He pensado inmediatamente. Pero no, estaban esperando a que abriesen el super, como locos, acosando en la puerta, calentando y preparando motores para entrar el primero en el super.
A las 9.27, después de muchos intentos de salir del coche, la Concha ha decidido que se apeaba del burro y se iba a acosar ella también hasta que abriesen la puerta... y ahí iba ella, con sus cortos pero rápidos pasitos hacia la puerta del super.
A las 9.31 han abierto las puertas, no he podido observar la escena, sólo se, que la primera de la pescadería era mi madre, y que la escena de la entrada ha debido de ser algo así.
sábado, 18 de abril de 2009
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