No conocía Zaragoza, y qué mejor oportunidad que un puente del Pilar en el que, encima, la casa sale gratis. No me puedo quejar ni del trato, ni de los lugareños y foráneos, y mucho menos me podré quejar nunca de cómo he comido (bueno, tal vez cuando me enfrente a la báscula).
Vamos con el resumen de la visita aunque, las lagunas mentales se acumulan todavía hoy en mi mente, a causa del alcohol y las horas en las que elijes quedarte en blanco, cuando duermes sin ninguna preocupación más que amarrar a la persona que tienes a tu lado rezando para que el tiempo se detenga. Lo único decepcionante de esto es que, aunque lo desees con todas tus fuerzas, no sucede.
Sábado: Salida de Madrid Estación Puerta de Atocha, vía 2, 15.30 con un libro en mis manos recién comprado en la tienda de la estación. Título "Desde mis tacones". El título va con efecto purpurina, se supone que eso le dará glamour, aún así, en un par de momentos nos sirvieron sus frases durante la estancia en Zaragoza para pasar algún buen momento.
Llegada a las 17.30 a destino, y a tirarse tocaba en el sofá antes de ducharnos, y arreglarnos para ir al centro a ver el paso de las Peñas, oír el discurso y empezar la marcha desenfrenada de aquella noche.
Cogimos la que, sin lugar a dudas, sería nuestra favorita y única línea de bus para llegar al centro. El 40 nos proporcionó transporte en todos nuestros desplazamientos durante las horas de salida de la casa. Con él llegamos al centro en cuestión de 15 minutos, apiñados dentro del TP (transporte público) que tantísimo me harta en horas punta. De ahí a ver el paso de las peñas que camino al ayuntamiento van ensuciando sus blancos monos de pintores con calimocho del que, por otra parte, hicimos usufructo un par de veces o tres; bueno, nosotros no fuimos, fue Dani, que como es mañico y le sale el acento, le da igual pedir una que cinco.
Una vez en la plaza del Ayuntamiento, y viendo desde el gallinero como los palcos empezaban a llenarse, y cómo el balcón central, esperaba ansioso a que Belloch y Labordeta diesen el discurso con el que iban a empezar las fiestas, encontramos unas peñistas, de no más de 16 añitos tiernos diciéndonos "LAS FIESTAS DEL PILAR, LAS MEJORES, EHHH!!" y "VAIS A IR AL INTERPEÑÁS? HOY VA A HABER POCAS ENTRADÁS, QUE VA A ESTAR MUY LLENÓ". Y es que en estas fiestas, con esa edad, y con ríos de vino peleón corriendo por las calles es lógico que se eleve la voz y aflore el sentimiento patrio que, por otra parte, el chuntista avivó con su corneta de pregonero, al empezar su interveción y con su "Somos", para terminarlo, así como las advertencias por el tranvía y la situación de la fábrica de Opel hacia el Alcalde (Anotar en la blackberry si vuelvo al pilar, aprenderse las cancioncillas de "El abuelo").
De ahí llegó el chupinazo, los fuegos que vimos entre las copas de los árboles, los apretones por salir de la plaza y llegar a cenar a algún sitio. Mini de Calimocho de camino a la cena, de garrafón. Estrellada en la cena, como los huevos, en general en ese bar no estaba muy bueno, pero al menos cenamos.
Vuelta de nuevo a la plaza a ver el concierto de Taxi, y rallada absoluta que contagiamos a nuestros flancos con la cancioncita de "La mejor variedad musicaaaaalll.. 100, 100, CADENA 100", que cantábamos en todas sus modalidades, creo que había una que era hasta un poco de regeatón.
Post-concierto, nos juntamos con un grupo multicultural de Erasmus y lugareños (¿Había algún lugareño en ese grupo?) a los que conocimos gracias a una amiga de Jorge que nos llevan a la cucaracha a beber los famosos "tócame los huevos". Después de veintinosecuantos chupitos, decidimos largarnos hacia otra zona. En el camino, copa en un bar de mala muerte y croqueta recalentada en el microondas, llegamos a la zona gay de Zaragoza... unas risas y el acoso de Dani al pincha pidiéndole la ya internacionalmente conocida como canción del 8. Después de eso taxi y a casica, con Dani de cuidados de urgencia y Jorge y yo quedándonos en la cocina a discutir sobre cuál es el peor dúo musical de la música española de todos los tiempos, y ganando por goleada "Retorciendo palabras" de Alaska y Marta Sánchez.
Domingo: Amanecemos sobre las 14.00 nos levantamos, desayunamos, hablamos un poco y decidimos que es demasiado pronto, así que nos volvemos a acostar hasta las 17.00 hora en la que nos duchamos y vamos al centro en nuestro autobús, afortunadamente mucho más vacío y con espacio para al menos poder cambiar de agarradera a barra de vez en cuando.
Dani nos relata el por qué de las tiendas de frutos secos en cada esquina de la ciudad, ¿será posible que no te pongan ni unas viles aceitunicas cuando pides una caña? Lo comprobamos al fijarnos en las mesas de los bares. No, no nos ha mentido.
Catedral por dentro, puente de piedra, el río y explicación de por qué la virgen lleva el manto blanco.
De repente llamada de móvil. AY DIOS LA SUEGRA, que está en la plaza y vamos a verla. Presentación dos besos y poca conversación sonrisa formal y planta firme (después me enteraría que pasé el exámen).
De nuevo, al piso a tumbarnos un poco y a ducharnos para otra noche de marcha. Salimos como a las 21.00 o así y cogimos de nuevo el 40 (afortunadamente, una vez pasado el pregón ibamos en pié pero no enlatados). Dirección zona Tubo, a cenar. Croquetas de Bacalao con trigueros; de jamón; de morcilla; huevos rotos con patatas y foie; y unos pinchos en otro sitio el mío de risoto.
Tras la cena, directos al Interpeñas en taxi. Música pachanguera en general. A casa pronto, que al día siguiente emprendíamos viaje a la capital.
El lunes, abrimos el ojo. Nos duchamos y vestimos, saliendo de la casa apresuradamente a ver la ofrenda a la virgen, qué de flores ese día, qué paseillo, qué galas, qué luz y qué día tan bonito para un acto que aunque religioso, tiene su encanto poligonero... ya que... me diréis si se puede ir a hacer la ofrenda a la virgen, vestido de maño, y con las gafas de sol en la cabeza.
Después a comer ballenitas y croquetas, último viaje en el 40 y a casita, me refiero a la de Madrid.
Viaje no sin sobresaltos incluyendo una reserva de gasolina que casi nos lleva a parada del coche en medio de la A2. Al final encontramos una gasolinera en el último momento, y no perdimos la esperanza gracias al GPS de mi móvil que nos marcaba la distancia a la que quedaba la gasolinera más cercana.
Muy buen puente.